Es la temporada de una de las comidas más festivas del invierno: los calçots. Por eso, el fin de semana pasado nos reunimos de nuevo en el Restaurante del Club para celebrar y disfrutar juntos de una buena calçotada tal como dicta la tradición.

¡Y lo logramos muy bien!

La calçotada

Como bien sabéis, para disfrutar de este delicioso producto de la tierra se necesita mucha paciencia y también mucha dedicación. Es por esta razón que, para empezar, nos gustaría dar las gracias a Joaquim Silva y su equipo. Todos ellos, con mucho esfuerzo, invirtieron su mañana tanto en preparar las mesas como en lograr un fuego bien vivo, para luego poder asar los calçots sobre las llamas de sarmiento.

La jornada tuvo lugar en el Restaurante del Cub y comenzó a las dos del mediodía. A los comensales los recibimos, como de costumbre, con una copa de cava o una cerveza, según el gusto de cada uno. Los primeros platos consistieron en una variedad de exquisitos entrantes. Platos como el crujiente de alcachofa, las tostadas con jamón ibérico y la escalivada con queso de cabra fueron los que despertaron nuestro paladar con una increíble diversidad de sabores.

Después, llegaron los esperados calçots. Con ellos, llegó el momento de olvidarnos de las normas, de comer con las manos, ensuciarnos los dedos y divertirnos como niños pequeños. También es importante destacar que no podemos hablar de esta maravillosa calçotada sin mencionar la salsa de romesco que la acompañaba, la cual hizo que nos chupáramos los dedos de verdad. Después de mojar los calçots en ella, algunos la aprovechamos para agregarla al secreto de cerdo ibérico a la brasa, dejado por la leña de los calçots, ¡o simplemente para el pan!

Esta jornada gastronómica es la segunda de nuestras activitades sociales, y, sin duda, es una de nuestras favoritas: productos de la tierra, al aire libre y acompañados de amigos y familia.

¿Qué más se puede pedir?